
lunes, julio 30, 2007
Lento publicar
hace mucho que no publico nada. y no es que no tenga nada para decir, solo que no puedo hacerlo. a quién engaño. quizás no tengo nada que decir. pero tengo mucho que hacer. si lo hago o no es otro tema. por el momento no me importa mucho publicar. será una breve etapa. pronto espero recuperar mis facultades mentales para así poder seguir escribiendo y publicando.
viernes, julio 13, 2007
La escalera de escalones rojizos
Soñado por. Facundo Ezequiel
Llegué al comienzo de unas escaleras de escalones rojizos, donde un altísimo edificio, tanto imponente como rudimentario, rodeaba con sus paredes amarillas sus largas etapas y sus extraños descansos donde cada uno o dos pisos se asomaba un pequeño jardín o zona de recreo, luego, para seguir ascendiendo, te veías obligado a torcerte sobre vos mismo y continuar trepando dificultosamente por el pasamanos, siempre de la izquierda porque, por alguna extraña razón, el de la derecha estaba apenas sobre los escalones y por debajo de una ínfima pared sobre la cual sería imposible apoyarse sin caer al nivel anterior. Cuatro o cinco pisos luego, cuando hubiese empezado a pensar que las escaleras eran simplemente infinitas, llego a dondequiera que estaba yendo, algún piso superior. Era un aula llena de niños, y muy cerca de donde había yo entrado, para mi sorpresa, me encontré a un antiguo compañero del secundario Juan XXIII, un pibe llamado Pérez. Siempre lo creí algo loco o estúpido a Pérez, pero, aún así, me sorprendí cuando él lo único que dijo al verme fue:
—¡Acá tenemos Dulce de Leche!
No tenía el más mínimo sentido, y lo repetía, no lo decía para mí, sino para el resto de la clase, que tampoco parecía sorprenderse por la salida del loco o estúpido Pérez, de hecho, dudo que estuviesen escuchando.
Un poco preocupado comencé a bajar nuevamente.
ATENCIÓN: Lo que relato a continuación tiene la capacidad de la existencia simultánea en dos momentos diferentes, antes de lo de Pérez y luego de lo de Pérez, y aun así, ninguna de estas partes se sucede a la otra, así que no hay razón para asombrarse cuando ahora esté subiendo por las escaleras nuevamente, ya que esa acción pertenece al momento en que estaba aún subiendo las escaleras (pre-Pérez) o cuando luego relate que estaba bajando por ellas (post-Pérez).
En cierto momento, mientras daba los primeros pasos en el primer grupo de escalones, un grupo de más o menos cinco pibes de dieciséis o diecisiete años salta con un estuche de guitarra enorme desde el piso superior hasta la parte de escaleras que está a mi izquierda, golpeándome accidentalmente con el mismo en la cabeza poco antes de aterrizar. No les digo nada. Pienso que pronto sentirán vergüenza cuando miren atrás y recuerden las estupideces que hacían. Continúo trepando. Hay pequeños grupos de personas que suben y bajan, grupos de amigos de dos o tres, personas que congenian entre ellas, personas que hablan en los jardines de recreo que extrañamente parecen desiertos a excepción de un par de muchachas que parecen discutir esos temas importantes de muchachas. Aproximadamente por el cuarto piso, luego del jardín de las dos muchachas, un enorme grupo de estudiantes viene desde atrás, por las escaleras, son todos chicos de dieciocho años que por su corpulencia aparentan tener más, uno me llama la atención y se me adelanta para hablarme y que lo pueda ver. Es un pibe cuya cara me parece familiar en cierto punto. Medio rubión, pelo sucio, desaliñado, dientes sin lavar, amarillentos de nicotina, ropa arrugada... y aun así no es tan desagradable como la descripción lo hace parecer. Con bochinchosa voz de adolescente me pregunta:
—¿Conocés a Viviana... (nombre de maestra o de vieja, ¿era Viviana?)?
Me quedé pensando un segundo y luego le respondí.
—No, no conozco a ninguna Viviana...
En este momento creo que nos detuvimos por un instante.
—¿Tenés novia? —me preguntó descaradamente.
—No... en este momento no... —respondí sospechando de sus intenciones las cuales no eran del todo claras para mí, todavía.
—¿No me estarás mintiendo?
Aún tenía ánimos de cuestionarme a mí, él, que sin conocerme ya me abordaba con tanto descaro, me cuestionaba la veracidad de mis afirmaciones, como si en mis momentos de sequía femenina no pudiese estar seguro de que no tengo novia... ¡Mierda que estoy demasiado seguro!
—N... no.
—¿Seguro?
—Sí.
Y me miró en forma de reconocimiento, analizando mis afirmaciones, buscando en mí algún signo que me delatara. Pero no había forma de mentir para mí.
—Bueno —empezó con una voz suave, nada parecida a la estridente con la que me hablara antes; y puso su mano en mi hombro—, tengo una amiga que piensa que sos muy _____
MI CABEZA, EN ESTE PUNTO, COMENZÓ A HACER RUIDO DE ESTÁTICA, TAPANDO EL ADJETIVO CALIFICATIVO CONCERNIENDO MI PERSONA.
Ahora estábamos bajando. El pibe ya no estaba delante de mí, sino detrás, pero sin verlo todavía podía oír su voz.
—Después te la presento, la sentás y se ponen a hablar...
Y yo continué bajando las escaleras mientras la voz se hacía más lejana, al igual que las escaleras y mis pasos.
FIN DEL SUEÑO
Llegué al comienzo de unas escaleras de escalones rojizos, donde un altísimo edificio, tanto imponente como rudimentario, rodeaba con sus paredes amarillas sus largas etapas y sus extraños descansos donde cada uno o dos pisos se asomaba un pequeño jardín o zona de recreo, luego, para seguir ascendiendo, te veías obligado a torcerte sobre vos mismo y continuar trepando dificultosamente por el pasamanos, siempre de la izquierda porque, por alguna extraña razón, el de la derecha estaba apenas sobre los escalones y por debajo de una ínfima pared sobre la cual sería imposible apoyarse sin caer al nivel anterior. Cuatro o cinco pisos luego, cuando hubiese empezado a pensar que las escaleras eran simplemente infinitas, llego a dondequiera que estaba yendo, algún piso superior. Era un aula llena de niños, y muy cerca de donde había yo entrado, para mi sorpresa, me encontré a un antiguo compañero del secundario Juan XXIII, un pibe llamado Pérez. Siempre lo creí algo loco o estúpido a Pérez, pero, aún así, me sorprendí cuando él lo único que dijo al verme fue:
—¡Acá tenemos Dulce de Leche!
No tenía el más mínimo sentido, y lo repetía, no lo decía para mí, sino para el resto de la clase, que tampoco parecía sorprenderse por la salida del loco o estúpido Pérez, de hecho, dudo que estuviesen escuchando.
Un poco preocupado comencé a bajar nuevamente.
ATENCIÓN: Lo que relato a continuación tiene la capacidad de la existencia simultánea en dos momentos diferentes, antes de lo de Pérez y luego de lo de Pérez, y aun así, ninguna de estas partes se sucede a la otra, así que no hay razón para asombrarse cuando ahora esté subiendo por las escaleras nuevamente, ya que esa acción pertenece al momento en que estaba aún subiendo las escaleras (pre-Pérez) o cuando luego relate que estaba bajando por ellas (post-Pérez).
En cierto momento, mientras daba los primeros pasos en el primer grupo de escalones, un grupo de más o menos cinco pibes de dieciséis o diecisiete años salta con un estuche de guitarra enorme desde el piso superior hasta la parte de escaleras que está a mi izquierda, golpeándome accidentalmente con el mismo en la cabeza poco antes de aterrizar. No les digo nada. Pienso que pronto sentirán vergüenza cuando miren atrás y recuerden las estupideces que hacían. Continúo trepando. Hay pequeños grupos de personas que suben y bajan, grupos de amigos de dos o tres, personas que congenian entre ellas, personas que hablan en los jardines de recreo que extrañamente parecen desiertos a excepción de un par de muchachas que parecen discutir esos temas importantes de muchachas. Aproximadamente por el cuarto piso, luego del jardín de las dos muchachas, un enorme grupo de estudiantes viene desde atrás, por las escaleras, son todos chicos de dieciocho años que por su corpulencia aparentan tener más, uno me llama la atención y se me adelanta para hablarme y que lo pueda ver. Es un pibe cuya cara me parece familiar en cierto punto. Medio rubión, pelo sucio, desaliñado, dientes sin lavar, amarillentos de nicotina, ropa arrugada... y aun así no es tan desagradable como la descripción lo hace parecer. Con bochinchosa voz de adolescente me pregunta:
—¿Conocés a Viviana... (nombre de maestra o de vieja, ¿era Viviana?)?
Me quedé pensando un segundo y luego le respondí.
—No, no conozco a ninguna Viviana...
En este momento creo que nos detuvimos por un instante.
—¿Tenés novia? —me preguntó descaradamente.
—No... en este momento no... —respondí sospechando de sus intenciones las cuales no eran del todo claras para mí, todavía.
—¿No me estarás mintiendo?
Aún tenía ánimos de cuestionarme a mí, él, que sin conocerme ya me abordaba con tanto descaro, me cuestionaba la veracidad de mis afirmaciones, como si en mis momentos de sequía femenina no pudiese estar seguro de que no tengo novia... ¡Mierda que estoy demasiado seguro!
—N... no.
—¿Seguro?
—Sí.
Y me miró en forma de reconocimiento, analizando mis afirmaciones, buscando en mí algún signo que me delatara. Pero no había forma de mentir para mí.
—Bueno —empezó con una voz suave, nada parecida a la estridente con la que me hablara antes; y puso su mano en mi hombro—, tengo una amiga que piensa que sos muy _____
MI CABEZA, EN ESTE PUNTO, COMENZÓ A HACER RUIDO DE ESTÁTICA, TAPANDO EL ADJETIVO CALIFICATIVO CONCERNIENDO MI PERSONA.
Ahora estábamos bajando. El pibe ya no estaba delante de mí, sino detrás, pero sin verlo todavía podía oír su voz.
—Después te la presento, la sentás y se ponen a hablar...
Y yo continué bajando las escaleras mientras la voz se hacía más lejana, al igual que las escaleras y mis pasos.
FIN DEL SUEÑO
Fairy tale
The silver frog says in a practical way
“You know what’ll happen if you turn gay”
“Yes”, answered the beautiful queen,
“I know, and I don’t mind a little bit”
“Well”, the frog stood staring his boots,
“You might as well know that it’s the root
of your future unhappiness. Believe it”
And so he said, knowing there’s no answer fit
to the mind of the poor happy queen
for she is happy now as she could ever be
“Now, precious pretty little queenie,
you might kiss my king size weenie”
The queen leaned to kiss his Johnny
but as she got closer, came to her a longing;
she remembered a face she’d loved to see later
and a deep unhappiness came to rape her
Now the time was too late
was it destiny, was it fate
the frog turned into a hunk
Would you believe his name was Hank?
He smoked like a toad
and was pretty as a moan
but soon she would discover
his feet were a little turned over,
black spots covered his nose
and he snorted like a horse;
the warnings had taken their place
as well as the undertaker take the late
“Oh! Unhappiness!”, cried the queen
“Forgive me, I didn’t meant to be mean”,
said the affected poor Hank old frog
as the queen wept like a big fat hog
“But you should’ve heard when the time it was,
not a good idea to wait ‘til everything is lost,
‘cause now, you know, I want to fuck yours
‘til the very last of the church bells tongs”
“What can I do, what can I do?
at least be gentle and fuck me good”
the queen replied panting and tired,
“Well, that to a woman I can’t deny”
“You know what’ll happen if you turn gay”
“Yes”, answered the beautiful queen,
“I know, and I don’t mind a little bit”
“Well”, the frog stood staring his boots,
“You might as well know that it’s the root
of your future unhappiness. Believe it”
And so he said, knowing there’s no answer fit
to the mind of the poor happy queen
for she is happy now as she could ever be
“Now, precious pretty little queenie,
you might kiss my king size weenie”
The queen leaned to kiss his Johnny
but as she got closer, came to her a longing;
she remembered a face she’d loved to see later
and a deep unhappiness came to rape her
Now the time was too late
was it destiny, was it fate
the frog turned into a hunk
Would you believe his name was Hank?
He smoked like a toad
and was pretty as a moan
but soon she would discover
his feet were a little turned over,
black spots covered his nose
and he snorted like a horse;
the warnings had taken their place
as well as the undertaker take the late
“Oh! Unhappiness!”, cried the queen
“Forgive me, I didn’t meant to be mean”,
said the affected poor Hank old frog
as the queen wept like a big fat hog
“But you should’ve heard when the time it was,
not a good idea to wait ‘til everything is lost,
‘cause now, you know, I want to fuck yours
‘til the very last of the church bells tongs”
“What can I do, what can I do?
at least be gentle and fuck me good”
the queen replied panting and tired,
“Well, that to a woman I can’t deny”
Simplemente sentado en un bar
Por. Facundo Ezequiel
Los fríos latigazos de agua sacudían el tiempo que ya, como por fatalidad consumada, dejaba de ser; no era. Dos caballos blancos tiraban del coche fúnebre que, a su vez, era víctima de una oscilación pendular como el mismísimo difunto, víctima del horloge à balancier que dejaba plasmado el olvido de infinidad de eternidades en cada uno de los ecos de los tics y los tacs. Tic-tac.
Tic-tac... Las primeras gotas..., cadenciosas en su distanciamiento cada vez más minúsculo hasta convertirse en un poderoso clamor, en un teatro desbordante, estrepitoso, de palmas emocionadas. A los pocos segundos la oscuridad del teatro parpadeó como una lámpara gastada y la bóveda crepitó en una fuerte explosión fría. Luego todo se sumió en la oscuridad nuevamente. Las palmas no cesaban.
No se vería tanta alegría en las cientas de hectáreas arruinadas, en los pobres campos de los humildes granjeros devenidos en marineros de agua amarga. Definitivamente este mar era uno al cual no cualquiera podría enfrentarse. Era un mar combativo. Era un mar guerrero. Era un mar que dejaba huella en la tierra... bajo la tierra.
Las negras calles de sinuosa tinta de pulpo se extendían desvergonzadamente sobre la rectitud de los renglones del cuaderno de espirales. Era, ciertamente, un camino oscuro, repleto de mugre y de agua de alcantarilla. Pero era este camino oscuro lo único que hacía crepitar, como los truenos del otro lado del vidrio, el corazón del explorador vagabundo.
El coche fúnebre se convertía en un hermoso buque de guerra que parecía ser el mensajero, el predicador, el representante de lo que vendría. Y lo que vendría era aquello que iba a hacerlo andar muchos otros kilómetros bajo muchos otros litros de agua. Los caballos se habían convertido en el motor del más fabuloso galeón, encargado de hacerle la guerra a la vida. Era una exhibición desenfadada, una feria de miseria.
Hizo el gesto de tomar de la taza, pero al acercársela a la boca vio que sólo quedaban unas pocas lágrimas de café fosilizadas y esa borra sintética del expreso que era casi un chiste o una clara premonición de lo que era el futuro de los bebedores modernos de café. Casi no había borra que leer. Casi no había futuro. El vidrio lloraba también, pero su desgarro de miles de lágrimas era un paseo en el parque para el que escribía en su cuaderno de espirales.
Ahora salían de su escondite miles de ratas, salían a festejar el carnaval que era para ellas el paseo del galeón ecuestre. Se agolpaban alrededor del vivo vehículo de muerte y sonreían con sus pérfidos bigotes de funcionarios públicos. Sus pequeñas naricitas se contraían para olfatear el tremendo olor a bosta y agua séptica que para ellos significaba el progreso definitivo.
Se refregó los ojos con ambos dedos índices y pasó la vista de la hoja de papel a la ventana donde se veía a la lluvia disminuir de a ratos. Miró su fantasma del otro lado, del lado llovido, y se dijo a sí mismo:
«A veces es bueno estar simplemente sentado en un bar. »
Los fríos latigazos de agua sacudían el tiempo que ya, como por fatalidad consumada, dejaba de ser; no era. Dos caballos blancos tiraban del coche fúnebre que, a su vez, era víctima de una oscilación pendular como el mismísimo difunto, víctima del horloge à balancier que dejaba plasmado el olvido de infinidad de eternidades en cada uno de los ecos de los tics y los tacs. Tic-tac.
Tic-tac... Las primeras gotas..., cadenciosas en su distanciamiento cada vez más minúsculo hasta convertirse en un poderoso clamor, en un teatro desbordante, estrepitoso, de palmas emocionadas. A los pocos segundos la oscuridad del teatro parpadeó como una lámpara gastada y la bóveda crepitó en una fuerte explosión fría. Luego todo se sumió en la oscuridad nuevamente. Las palmas no cesaban.
No se vería tanta alegría en las cientas de hectáreas arruinadas, en los pobres campos de los humildes granjeros devenidos en marineros de agua amarga. Definitivamente este mar era uno al cual no cualquiera podría enfrentarse. Era un mar combativo. Era un mar guerrero. Era un mar que dejaba huella en la tierra... bajo la tierra.
Las negras calles de sinuosa tinta de pulpo se extendían desvergonzadamente sobre la rectitud de los renglones del cuaderno de espirales. Era, ciertamente, un camino oscuro, repleto de mugre y de agua de alcantarilla. Pero era este camino oscuro lo único que hacía crepitar, como los truenos del otro lado del vidrio, el corazón del explorador vagabundo.
El coche fúnebre se convertía en un hermoso buque de guerra que parecía ser el mensajero, el predicador, el representante de lo que vendría. Y lo que vendría era aquello que iba a hacerlo andar muchos otros kilómetros bajo muchos otros litros de agua. Los caballos se habían convertido en el motor del más fabuloso galeón, encargado de hacerle la guerra a la vida. Era una exhibición desenfadada, una feria de miseria.
Hizo el gesto de tomar de la taza, pero al acercársela a la boca vio que sólo quedaban unas pocas lágrimas de café fosilizadas y esa borra sintética del expreso que era casi un chiste o una clara premonición de lo que era el futuro de los bebedores modernos de café. Casi no había borra que leer. Casi no había futuro. El vidrio lloraba también, pero su desgarro de miles de lágrimas era un paseo en el parque para el que escribía en su cuaderno de espirales.
Ahora salían de su escondite miles de ratas, salían a festejar el carnaval que era para ellas el paseo del galeón ecuestre. Se agolpaban alrededor del vivo vehículo de muerte y sonreían con sus pérfidos bigotes de funcionarios públicos. Sus pequeñas naricitas se contraían para olfatear el tremendo olor a bosta y agua séptica que para ellos significaba el progreso definitivo.
Se refregó los ojos con ambos dedos índices y pasó la vista de la hoja de papel a la ventana donde se veía a la lluvia disminuir de a ratos. Miró su fantasma del otro lado, del lado llovido, y se dijo a sí mismo:
«A veces es bueno estar simplemente sentado en un bar. »
lunes, julio 02, 2007
Caracol
Por. Facundo Ezequiel
Las lánguidas palabras resbalaban gravemente por mis oídos como una sombra encerada en susurros. Quise responder pero sólo conseguí un cacareo en la parte trasera de mi garganta. Estaba frío pero mis mejillas se enrojecieron, acaloradas por una vergüenza infantil. La abracé bien fuerte, para que no huyera y me abandonara. Tenía miedo de mí y necesitaba sentir el calor de alguien que me comprendiera. Besé su cuello y sentí cómo se estremeció. El contacto de mis labios con su piel erizada me laceró la mente como si se tratara de una afilada hoja de navaja que abría una fruta tierna. Estábamos los dos desnudos y no podía ver su cara, pero sus hombros me confortaban. Besé sus delicados hombros. Oí cómo gimió; parecía un gato soñando pesadillas. Besé sus omóplatos; sus angelicales alas de piel y hueso. Ella respiraba por la boca; mi aire entraba por sus pulmones y exhalábamos al unísono. Acaricié su espalda con mi aliento hasta llegar al cuenco donde terminaba. Besé con todo mi amor y ternura primero una de sus celestiales nalgas y luego besé la otra. Una lágrima caliente se desprendió de mi ojo y quise llorar. Escuché un sollozo y se me cerró la garganta. La abracé bien fuerte, para que no huyera y me abandonara.
Las lánguidas palabras resbalaban gravemente por mis oídos como una sombra encerada en susurros. Quise responder pero sólo conseguí un cacareo en la parte trasera de mi garganta. Estaba frío pero mis mejillas se enrojecieron, acaloradas por una vergüenza infantil. La abracé bien fuerte, para que no huyera y me abandonara. Tenía miedo de mí y necesitaba sentir el calor de alguien que me comprendiera. Besé su cuello y sentí cómo se estremeció. El contacto de mis labios con su piel erizada me laceró la mente como si se tratara de una afilada hoja de navaja que abría una fruta tierna. Estábamos los dos desnudos y no podía ver su cara, pero sus hombros me confortaban. Besé sus delicados hombros. Oí cómo gimió; parecía un gato soñando pesadillas. Besé sus omóplatos; sus angelicales alas de piel y hueso. Ella respiraba por la boca; mi aire entraba por sus pulmones y exhalábamos al unísono. Acaricié su espalda con mi aliento hasta llegar al cuenco donde terminaba. Besé con todo mi amor y ternura primero una de sus celestiales nalgas y luego besé la otra. Una lágrima caliente se desprendió de mi ojo y quise llorar. Escuché un sollozo y se me cerró la garganta. La abracé bien fuerte, para que no huyera y me abandonara.
martes, junio 19, 2007
El fantasma y Penélope
por. Facundo Ezequiel
Bastante irregular es la música de mi corazón
con sus síncopas dolorosas y sus disonancias de amor
y la eventual melodiosa perfección
cada vez que te oigo, mi tenedor de afinación,
mi desnudo bocado de vida y realidad,
mi prisma caleidoscópico de poética libación
cada vez que te oigo, lo digo con sinceridad,
siento que se abren las puertas de mi corazón
y entra en él un cálido suspiro divino
como quien deja abierta la ventana al gato
para que en verano a su gusto camine los tejados
y halle en un alféizar florido el grato amor
de una gata celosa que descansa tendida
oyendo perdida el sonido triste de un cello
que llora la pérdida de algo que jamás encontró.
Así dijo el fantasma mirando a los ojos de su amor
mientras se desvanecía en la niebla invernal
con una mano palpando su pecho y con la otra
intentando tomar la mano de ella para que sienta
que en él, aun siendo absorvido por el frío espectral,
latía el más ardiente calor.
Mas ella se estremeció al sentir el evanecente tacto de muerte
y sin siquiera haber visto u oído al fantasma
algo en su corazón fue razón de conmoción
y pronto encontró que sus ojos vertían dolor
y que de sus temblorosos labios brotaban palabras
que se convertían en húmedas melodías de amor
y un salto en su corazón
y el humo de su hálito
le hicieron saber que un beso de su amante,
espectro tallado del anhelo inconsciente,
se hacía carne en sus labios
se hacía sangre en su corazón
Bastante irregular es la música de mi corazón
con sus síncopas dolorosas y sus disonancias de amor
y la eventual melodiosa perfección
cada vez que te oigo, mi tenedor de afinación,
mi desnudo bocado de vida y realidad,
mi prisma caleidoscópico de poética libación
cada vez que te oigo, lo digo con sinceridad,
siento que se abren las puertas de mi corazón
y entra en él un cálido suspiro divino
como quien deja abierta la ventana al gato
para que en verano a su gusto camine los tejados
y halle en un alféizar florido el grato amor
de una gata celosa que descansa tendida
oyendo perdida el sonido triste de un cello
que llora la pérdida de algo que jamás encontró.
Así dijo el fantasma mirando a los ojos de su amor
mientras se desvanecía en la niebla invernal
con una mano palpando su pecho y con la otra
intentando tomar la mano de ella para que sienta
que en él, aun siendo absorvido por el frío espectral,
latía el más ardiente calor.
Mas ella se estremeció al sentir el evanecente tacto de muerte
y sin siquiera haber visto u oído al fantasma
algo en su corazón fue razón de conmoción
y pronto encontró que sus ojos vertían dolor
y que de sus temblorosos labios brotaban palabras
que se convertían en húmedas melodías de amor
y un salto en su corazón
y el humo de su hálito
le hicieron saber que un beso de su amante,
espectro tallado del anhelo inconsciente,
se hacía carne en sus labios
se hacía sangre en su corazón
Mirando al Cielo
por. Facundo Ezequiel
Mi pálida estrellita vasca
tu luz tímida me llega
y de alguna extraña manera
me siento culpable
Mi pálida estrellita vasca
tu blonda alegría titila
en la infinita oscuridad
y solo ella me hace llorar
Mi pálida estrellita vasca
cierta vez supiste ser lucero
alumbrando el camino de reyes negros
cuya magia residía en saber mirarte
Mi pálida estrellita vasca
tu voz sideral tirita
en el frío espacio negro:
quisiera verte en el día
Mi pálida estrellita vasca
te miro y desaparecen las distancias
y el tiempo se hace agua de mar
y entonces sé con seguridad
cuánto te quiero
Mi pálida estrellita vasca
tu luz tímida me llega
y de alguna extraña manera
me siento culpable
Mi pálida estrellita vasca
tu blonda alegría titila
en la infinita oscuridad
y solo ella me hace llorar
Mi pálida estrellita vasca
cierta vez supiste ser lucero
alumbrando el camino de reyes negros
cuya magia residía en saber mirarte
Mi pálida estrellita vasca
tu voz sideral tirita
en el frío espacio negro:
quisiera verte en el día
Mi pálida estrellita vasca
te miro y desaparecen las distancias
y el tiempo se hace agua de mar
y entonces sé con seguridad
cuánto te quiero
Abstemio
por. Facundo Ezequiel
Por ti al alcohol haríame abstemio
pues bastante ebrio me tienen tus pechos
mas negar la locura de beber de tu seno
sería locura no de loco sino de necio
Irreflexivo, debes saber, es el amor :
diríase infantil, diríase triste, es mi amor :
real, diría yo, auténtico, es mi amor
Ni todos los cantos del vasto mundo
ni todos los volúmenes de sabios libros
ni toda la sensualidad de fragantes flores
valen lo que un trino de tu voz
lo que vale una de tus miradas
Gracias a ti el planeta no se ha detenido
y siguen el curso de tus suspiros los ríos,
desembocan en el mar de mi pecho, es un hecho,
y lloro cada vez que despierto y no te veo
Por ti al alcohol haríame abstemio
pues bastante ebrio me tienen tus pechos
mas negar la locura de beber de tu seno
sería locura no de loco sino de necio
Irreflexivo, debes saber, es el amor :
diríase infantil, diríase triste, es mi amor :
real, diría yo, auténtico, es mi amor
Ni todos los cantos del vasto mundo
ni todos los volúmenes de sabios libros
ni toda la sensualidad de fragantes flores
valen lo que un trino de tu voz
lo que vale una de tus miradas
Gracias a ti el planeta no se ha detenido
y siguen el curso de tus suspiros los ríos,
desembocan en el mar de mi pecho, es un hecho,
y lloro cada vez que despierto y no te veo
Mal de amor
por. Facundo Ezequiel
Lugar
Lugar hace falta
para mi eterno sufrir
que ni compartiendo los corazones
de todos los terrestres
podría estirar sus miembros
para alcanzar toda su extensión
Música
Música para el alma
para romper de una vez por todas
con el maleficio de este amor
debo matarme mil veces
matarme con ganas y morir
para renacer digno de este amor
Lugar
Lugar hace falta
para mi eterno sufrir
que ni compartiendo los corazones
de todos los terrestres
podría estirar sus miembros
para alcanzar toda su extensión
Música
Música para el alma
para romper de una vez por todas
con el maleficio de este amor
debo matarme mil veces
matarme con ganas y morir
para renacer digno de este amor
Eterno amor
por. Facundo Ezequiel
De risas y rosas hay muchas cosas escritas
pero prefiero olvidarlas y plantar en esta página
(como si el mundo fuese joven)
cien mil quinientas sensaciones
dos millones de fragancias
e infinidad de mujeres
para que crezcan en tus ojos,
hermoso lector,
las raíces de un eterno amor
De risas y rosas hay muchas cosas escritas
pero prefiero olvidarlas y plantar en esta página
(como si el mundo fuese joven)
cien mil quinientas sensaciones
dos millones de fragancias
e infinidad de mujeres
para que crezcan en tus ojos,
hermoso lector,
las raíces de un eterno amor
Celestial
por. Facundo Ezequiel
Si los pájaros le cantaran al sol
así como tu voz me canta al teléfono
el mundo sería una perpetua ilusión:
una profunda tristeza de amor
Si las cosas llevaran el nombre
que porta tu cuerpo con honor
el mundo sería una estrella:
un astro en un mar de ilusión
Si murieran las personas
así como mueren mis penas ante tu visión
ni un segundo cabría la duda
de la existencia de un Paraíso y de un Dios
Si los pájaros le cantaran al sol
así como tu voz me canta al teléfono
el mundo sería una perpetua ilusión:
una profunda tristeza de amor
Si las cosas llevaran el nombre
que porta tu cuerpo con honor
el mundo sería una estrella:
un astro en un mar de ilusión
Si murieran las personas
así como mueren mis penas ante tu visión
ni un segundo cabría la duda
de la existencia de un Paraíso y de un Dios
Merecer
por. Facundo Ezequiel
¡Merecer!
A duras penas me arrastro
por los suelos enfangados
¡Merecer y seguir soñando!
Dagas en mi pecho
que quisiera quitaran
algo más que mi vida
¡Merecer y alegar destino!
¡Ah! ¡Mis penas!
¡Mis sensuales deseos opacados
ante la visión femenina!
¡Merecer y creer lo contrario!
¡Merecer!
A duras penas me arrastro
por los suelos enfangados
¡Merecer y seguir soñando!
Dagas en mi pecho
que quisiera quitaran
algo más que mi vida
¡Merecer y alegar destino!
¡Ah! ¡Mis penas!
¡Mis sensuales deseos opacados
ante la visión femenina!
¡Merecer y creer lo contrario!
Entremés
por. Facundo Ezequiel
A veces me paro en medio de un shopping
y tiro al suelo, indiferente, monedas de 5 y 10 centavos
como para alimentar a las palomas del capitalismo
Me divierto en los andenes de trenes
buscando entre la multitud a gente
que se asimile a los muertos que admiro
y luego los asusto inclinándome demasiado
sobre la franja amarilla que advierte peligro
Lloro con películas tontas y vacías
y cuando la gente lo nota alego que es mi alergia,
que jamás me ablandaría la sensiblería hollywoodense
Y luego en la madrugada me llama la cama
y aunque solo mi almohada aguante el peso de mis ideas
y no haya jamás nadie que en el invierno me abrace
sé que valdrá la pena en la mañana levantarme
cuando vea que el sol se preocupa por atravezar mi persiana
A veces me paro en medio de un shopping
y tiro al suelo, indiferente, monedas de 5 y 10 centavos
como para alimentar a las palomas del capitalismo
Me divierto en los andenes de trenes
buscando entre la multitud a gente
que se asimile a los muertos que admiro
y luego los asusto inclinándome demasiado
sobre la franja amarilla que advierte peligro
Lloro con películas tontas y vacías
y cuando la gente lo nota alego que es mi alergia,
que jamás me ablandaría la sensiblería hollywoodense
Y luego en la madrugada me llama la cama
y aunque solo mi almohada aguante el peso de mis ideas
y no haya jamás nadie que en el invierno me abrace
sé que valdrá la pena en la mañana levantarme
cuando vea que el sol se preocupa por atravezar mi persiana
Fulgor cristiano
por. Facundo Ezequiel
Prendo mi pipa,
lleno mis pulmones de paz
¡Vayan, bienaventurados,
liberen a Barrabás!
Mi día recién empieza
y ya siento que me superan
la languidez del sol
y el canto de las estrellas
Si pudiese construir mi existencia
de momentos así
no habría maldad en el planeta
que no pueda redimir
Hoy me siento Jesús
y en buena parte Judas
pero no me siento traidor
ni vos tampoco sucia
¡Vaya relación!
El cristianismo,
después de todo,
quizás sea la solución
Seamos buenos cristianos
¡Perdonemos a las putas!
Prendo mi pipa,
lleno mis pulmones de paz
¡Vayan, bienaventurados,
liberen a Barrabás!
Mi día recién empieza
y ya siento que me superan
la languidez del sol
y el canto de las estrellas
Si pudiese construir mi existencia
de momentos así
no habría maldad en el planeta
que no pueda redimir
Hoy me siento Jesús
y en buena parte Judas
pero no me siento traidor
ni vos tampoco sucia
¡Vaya relación!
El cristianismo,
después de todo,
quizás sea la solución
Seamos buenos cristianos
¡Perdonemos a las putas!
Roguemos
por. Facundo Ezequiel
Romper con el abismo del pensar
y actuar
Lograr un fin y olvidar anhelar
Felicidad
Perpetuar el Amor y negar
lo demás
Pronto devendrá en angustia y
desesperar
Pero hoy roguemos que no sea
el mañana
de un ayer feliz
Cada día es mejor que el anterior :
Roguemos
Romper con el abismo del pensar
y actuar
Lograr un fin y olvidar anhelar
Felicidad
Perpetuar el Amor y negar
lo demás
Pronto devendrá en angustia y
desesperar
Pero hoy roguemos que no sea
el mañana
de un ayer feliz
Cada día es mejor que el anterior :
Roguemos
Semillas
por. Facundo Ezequiel
Nuestros corazones están con ustedes
enterrados en los cementerios
sepultados en los océanos
olvidados en los bosques
¡Asesinados! Muertos por devoción
a la vida, a la acción
de dejar latir libre
la emoción
Miles de sordos latidos
bajo la luna
brillando los fríos huesos
respondiendo a la plegaria
del recuerdo
¡Madres! Hay hijos
¡Abuelas! Hay nietos
Hay semillas que trascendieron la muerte
Hay semillas que dieron frutos negros
Y a un lado no muy lejano
estamos nosotros
los millones obsesionados
con la Paz del próximo Futuro
Nuestros corazones están con ustedes
enterrados en los cementerios
sepultados en los océanos
olvidados en los bosques
¡Asesinados! Muertos por devoción
a la vida, a la acción
de dejar latir libre
la emoción
Miles de sordos latidos
bajo la luna
brillando los fríos huesos
respondiendo a la plegaria
del recuerdo
¡Madres! Hay hijos
¡Abuelas! Hay nietos
Hay semillas que trascendieron la muerte
Hay semillas que dieron frutos negros
Y a un lado no muy lejano
estamos nosotros
los millones obsesionados
con la Paz del próximo Futuro
jueves, junio 07, 2007
Erato
por. Facundo Ezequiel
Erato de dulce lira
que sustraes de mí poesía
arrastrándola tras de ti
tal cola de cantante vestido
y de mi carrasposa voz amante
tomas el calor y te bañas
en fémina seducción
Erato, mi ardorosa amante
que absorves mi intelecto
y lo conviertes en vacío
de haber sabido los ascetas
de arcanos tiempos
que lo único necesario
para lograr la virtud del alma
era encontrarte
hallaríamos que antiguos sabios
de níveas barbas
se hubiesen preocupado
más por vivir mil años
que por combatir el pecado
Erato, mi fortuna,
el único valor que tengo
y que dejo en libertad
porque sé que tu belleza
crece siendo libre
y que entiendes que
a veces
para mantener lo que más amas
hay que soltar las amarras
y esperar
Erato de dulce lira
que sustraes de mí poesía
arrastrándola tras de ti
tal cola de cantante vestido
y de mi carrasposa voz amante
tomas el calor y te bañas
en fémina seducción
Erato, mi ardorosa amante
que absorves mi intelecto
y lo conviertes en vacío
de haber sabido los ascetas
de arcanos tiempos
que lo único necesario
para lograr la virtud del alma
era encontrarte
hallaríamos que antiguos sabios
de níveas barbas
se hubiesen preocupado
más por vivir mil años
que por combatir el pecado
Erato, mi fortuna,
el único valor que tengo
y que dejo en libertad
porque sé que tu belleza
crece siendo libre
y que entiendes que
a veces
para mantener lo que más amas
hay que soltar las amarras
y esperar
lunes, junio 04, 2007
Revolución
Estamos en época de cambio. Pronto vendrá una suerte de revolución cultural, anímica, mental. Es difícil de explicar para mí porque es un sentimiento, una sensación, y sólo puedo ser algo vago al describirla, pero es una sensación fuerte y real. Lo que verdaderamente me emociona es saber que pertenezco a esta revolución, soy parte de ella y, espero, seré un brazo funcional. ¿Cómo lo sé? ¿Cómo puedo estar seguro de algo semejante? Porque yo, a la vez, me lo propongo y sé que esta revolución se va a llevar a cabo y va a ser un sentimiento popular muy pronto. Quizás antes de que se lleguen a preparar. Les va a pegar justo en la cara.
martes, mayo 29, 2007
Who am I
El amor es tanto más fácil cuando se tienen billetes para despilfarrar. Me gustaría saber si me amaría una mujer sabiendo que lo único que tengo para ofrecer es mi amor... perdón: mi Amor. Con mayúscula. Supongo, de todas formas, que el Amor, amor o como se quiera, nunca es suficiente, ¿no? Bueno, no soy ningún desamorado, todo lo contrario, quizás por eso tengo esa sensación, como que ningún amor es suficiente para mí. Yo ofrezco todo, doy todo si siento Amor. Pero eso supongo que no le importa a nadie más que al enamorado correspondido. ¿Y yo qué soy?
sábado, mayo 26, 2007
Las maravillas del alcohol
por. Facundo Ezequiel
Ah! Las maravillas del alcohol!
aliviana el alma
apura la sangre
dios del imposible
Ariadna hizo bien
en amarte
sabe Zeus
también sé yo
si sabré yo
sabio Βακχος
de las generosas manos que ofrecen
Ah! Las maravillas del alcohol!
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