miércoles, abril 28, 2010

Los cuatro de sombrero

por. Facundo Ezequiel

Todos ellos parecían hermanos (y lo eran), todos llevaban sombrero, todos se sentaron al mismo tiempo en la misma mesa en el mismo reservado del mismo bar, pero en diferentes sillas, aunque hubiese sido divertido verlos apilarse sobre la silla barata y ver cómo las patas oxidadas se doblaban y cedían bajo el peso de los tres extraños.
Una mesera rubia de pechos turgentes se acercó para tomarles el pedido.
—Esperamos a alguien —dijeron los tres—, cuando llegue pedimos.
La rubia se fue bamboleando su gran culo de tal forma que hasta podía marear a un marinero.
Un tipo entró al bar borracho como un cosaco.
Él también llevaba sombrero, pero no se parecía mucho a los otros tres.
—Ahí llegó —dijo el uno al dos.
—Borracho como siempre —dijo el dos al tres.
El tres sonrió amargamente y le hizo una seña a la mesera.
—Eh... hermanoss —dijo el cuatro acercándose a la mesa—... Hermanitoss...
—Sentate —ordenó el tres.
—¿Sí, señores? —apareció la mesera.
—Cuatro Coronas —dijeron los tres primeros.
—Que sean cinco —dijo el cuatro.
—¿Cinco? —preguntó la mesera.
—No le haga caso, traiga solo cuatro cervezas —dijo el uno.
—¡Que dije cinco, carajo! —se paró el cuatro.
—Sentate, idiota, que estás quedando como un pelotudo... —dijo el tres.
La mesera se fue y quedaron nuevamente solos los cuatro de sombrero. El cuatro no paraba de moverse de izquierda a derecha, como si estuviese en un barco en altamar.
—Me voy a coger a esa mesera —balbuceó.
—Estás tan borracho que no se te pararía nunca —dijo el dos.
—Sí, además sos un cachivache, no te miraría ni a los ojos esa preciosura —dijo el uno.
—No necesito que me mire a los ojos, y un verdadero hombre no necesita el consentimiento de ninguna mujer, maricas de mierda.
El tres se mantuvo callado pero se podía notar que estaba molesto por la actitud del cuatro.
La mesera se volvió a acercar con las cervezas. Puso una delante de cada uno de los hombres y las destapó.
—Eh... —dijo el cuatro, tomando del brazo a la mujer.
—¿Sí?
—¿Dónde está la otra cerveza?
—A-ahora se la traigo, señor.
La mesera intentó zafarse pero el cuatro la agarró más fuerte y la revoleó sobre la mesa.
—¡Ninguna mujer va decidir por mí! ¿Entendiste?
—¡Suélteme, señor, por favor!
El cuatro sacó una navaja del pantalón y desgarró la camiseta de la mesera, dejando al descubierto dos enormes pechos que se movían de acá para allá con cada intento desesperado de la mujer por soltarse.
—¡Mirá esas tetas, boludo! —dijo el uno al dos.
—No parecían tan buenas; de haberlo sabido me la hubiese agarrado yo primero —dijo el dos.
El cuatro estaba teniendo dificultades para desabrocharse el pantalón y mascullaba profanaciones. En el bar había algunas personas más que miraban la escena sin hacer nada. El cocinero había escuchado el alboroto y había salido a ver qué pasaba pero al ver las tetas de la mesera se quedó como piedra detrás de la barra.
—Eh, ¿qué hace ese tipo? Deje de usar las manos para eso y prepáreme la milanesa —dijo un empleado del correo que esperaba su almuerzo desde hacía más de quince minutos.
—Dejala —dijo el tres al cuatro sin el más mínimo interés en mostrar turbación.
El cuatro todavía luchaba con el cierre.
—Dejala o lo vas a lamentar...
Finalmente logró sacar un pito flojo a través de la cremallera del pantalón.
—Te lo dije.
El tres sacó un enorme y brillante cuchillo de caza de su cinturón y con un rápido movimiento le cercenó el miembro al cuatro, quien tardó unos segundos en darse cuenta de que esa cosa que había caído entre las piernas de la mesera no era un ñoqui con tuco sino su propio pene.
—Hijo de puta... —dijo el cuatro, pálido como un papel.
El tres pateó al cuatro hasta que éste cayó al suelo y no se movió más, y luego se desabrochó el pantalón. La mesera había entrado en estado de shock y estaba ausente, ya no sabía lo que pasaba. El tres sacó de su pantalón un miembro abominable, una boa venosa. Empezó a sacudírselo, pero era tan monstruosamente grande que necesitaba demasiada sangre para lograr una erección decente, y, cuando parecía que iba a lograrlo, se desmayó.
El uno se frotó las manos y dijo:
—Ahora me toca a mí.
—Las pelotas —dijo el dos y desenfundó su revolver.
Al ver el gesto de su hermano el uno hizo lo mismo y se apuró a disparar. El dos lo imitó y en seguida estaban los dos en el suelo, sin vida.
El tipo que todavía esperaba la milanesa se puso de pie y, viendo que el cocinero todavía estaba ocupado, se acercó a la mesa donde yacían los cuatro hermanos, hizo a un lado el pene cercenado con un revés y acercó las caderas de la mesera a las suyas. La mujer estaba catatónica, con la mirada perdida en algún lugar del techo. Sacó su pija de tamaño medio y la puso dentro de la mujer ausente, como un animal en una sala de espera.

Canción marítima

por. Facundo Ezequiel

Capitán O capitán
la nave se hunde
los marineros intentan
meter el mar a bordo

Capitán O capitán
diga cómo se siente
tener a cargo un barco
tripulado por locos

Marinero O marinero
me cansé de repetirlo
esto no es un barco
ni yo soy capitán
ni usted es
marinero
O
marinero

domingo, abril 11, 2010

Pasatiempos

por. Facundo Ezequiel

La gente tiende a olvidarse
que vive
o que muere
—es lo mismo—
y suele utilizar sus días
en la creación
de los más diversos pasatiempos.

Algunos son capaces
de montar
pequeñas reproducciones
de ciudades reales
en sus garages
y se ocupan
de todos los más mínimos
detalles,
ponen pequeñísimos
envoltorios de alfajores
en las diminutas veredas,
incluso se puede ver
al vagabundo de una pierna
en la puerta de la fábrica y
el travesti junto al puente,
y los trenes
hacen sus recorridos
y los semáforos
cambian de luces.

Otros deciden
que el tiempo
es más fluido
cuando corren
detrás de una
pelota,
o cuando
se sientan
en la tribuna
a comer una salchicha y
le gritan
al árbitro
con la boca llena
y verdadera
indignación.

Algunos son
apasionados
y aman
su forma de
perder
el tiempo.
La mayoría
no tiene idea
de lo que hace
ni por qué
lo hace,
simplemente
lo hacen.

Cuando me siento triste
y yo mismo quisiera
poder olvidarme
que vivo
o que muero
—es lo mismo—
lo que hago es
soñar
con el día
en que todos esos
imbéciles
despierten de su
civilizado estupor
cansados
perdidos
y sin el tiempo
suficiente
para vivir
o morir
decentemente
y se pregunten
¿cuándo pasó esto?

Pero ahora los veo
tocando la bocina
de sus autos
transpirando
—el cuello de
la camisa empapado—
nerviosos
porque van a llegar
tarde a sus
trabajos
de 12 horas,
y estoy
completamente seguro
que ninguno de estos
tipos
jamás
se preguntó o
preguntará
nada
en absoluto
a no ser
que sea
el resultado
del partido
del domingo.

Amor verdadero

por. Facundo Ezequiel

todos decían que
era muy cariñoso
que la amaba
que realmente
la amaba
y así era


pero le disparó
en la cabeza
con su rifle
de caza
y después
se disparó
él

junto a su cuerpo
encontraron
una nota
manuscrita

decía :

mami, me lastimaste
así que quiero lastimarte
me dejaste esta cicatriz
en el medio de
mi cuerpo

todo hombre necesita una mujer
toda mujer es
una madre para
su hombre

la amo
pero tengo que
lastimarla

es tu culpa
ma
es tu culpa

lunes, abril 05, 2010

"Sos genial," dijo ella

por. Facundo Ezequiel

si una mujer
te cree genio
nunca dudes
de tu
genialidad
pero
descartá
a esa mujer
en seguida.
no es bueno
gatear
desnudo
en la cueva
de los leones.
siempre es bueno
tener
un as
bajo la
manga.

La mala suerte no es para todos

por. Facundo Ezequiel

la mala suerte no es para todos
y si ya lo aceptaste
tal vez lo único que te queda
es una hoja
y una birome
o tal vez
ni siquiera eso

Mis mujeres son de invierno

por. Facundo Ezequiel

mis mujeres son de invierno
intenté mudarlas de estación
pero no funciona

una vez sentí un gran amor
fue la única vez
en mi vida
que nevó en mi ciudad

pero la nieve
se derritió
y en seguida
estaba caminando
bajo el agua
como un mesías
del tercer mundo
entristecido
hasta las lágrimas
con la única ventaja
de que nunca
tuve un dios
que me abandonara
nunca tuve
un dios

antes de
interesarme en las mujeres
realmente busqué un dios
pero
los dioses están hechos
de la misma materia
que las mujeres
y no hay forma
de aferrarse
a ninguno
de los dos

no tiene caso:
los dioses y
las mujeres
pertenecen
al invierno

Tocando de oído (la burocracia de las relaciones)

por. Facundo Ezequiel


Uno puede intentar escaparle
Pero tarde o temprano
La burocracia de las relaciones
Termina por alcanzarnos

Si uno es un niño
Y toca de oído
Se encuentra preguntándole
A la niña más blanca y tersa
¿querés ser mi novia?


Y si uno es un niño
De los que no fueron agraciados
Con una cara angelical
Y gestos de hipocresía
Quizá te acostumbres temprano
A la idea del rechazo