jueves, julio 31, 2008

3.000 leguas de sueño humedecido

por. Facundo Ezequiel

3.000 leguas de sueño humedecido
las piernas temblorosas y el cráneo hirviente
el pecho sobresaliente, las costillas rotas
del violento tambor de sangre
que no para un instante
porque su crescendo constante
es un preludio desesperado
al silencio de la muerte

Enfermo de su consciencia humana duerme
el desdichado enamorado de la estrella negra
recolecta en sus sueños piezas de rompecabezas
que tan solo ve encajarse por las noches
cuando las palabras de ella
obedecen los deseos de su mente
y entonces, solo entonces, sueña
3.000 leguas de sueño humedecido

viernes, julio 18, 2008

Cursicoraza

por. Facundo Ezequiel

¡Qué tonto corazón!
Baila cuando lo alimentan
y llora el resto del día.
Lo aturden los más mínimos bocados
y se lamenta recordándolos
tal obeso famélico.
Sueña con revertir su situación
y se ve feliz otra vez
como únicamente lo fue
aquella primera vez.
¡Qué tristeza,
qué vergüenza,
si ese tonto corazón
fuese el mío!

martes, julio 15, 2008

Tapiz musical

por. Facundo Ezequiel

Por qué será que no puedo dormir?
Y sin embargo sueño con vos
Relajate
Relajate
Hay música
Suena la trompa
Suave
Suave
Te deslizás mi querido monobígamo
Compartís tu amor por una mujer y el arte
Te sentás en profunda meditación
Involuntaria
Iluminado
Prendés un cigarro
Y en el humo tu tristeza se desvanece
Absorvido como por una esponja
Suave
Iluminado
Como si alguien te preguntara
Contestás infinidad de preguntas
Con una sonrisa
Pero al momento de cerrar los ojos
Ahí está
Aparece de nuevo
Hay música
Relajate
Lágrimas
Suave
Suena la trompa
Es ella
Con una sonrisa
Involuntaria
Desesperación
—Música

Harpías

por. Facundo Ezequiel

No hay nada como
un buen corazón
roto
para hacer una harpía feliz
Contemplando como se desangra
tirado en alguna esquina
oscura—
Los bellos gorjeos
del casi muerto
gemidos
del avaricioso amante
gárgaras de uñas
mordidas en esperas
inacabables—
¡Qué excitante es
para la mujer
del millón
de hombres!

miércoles, julio 09, 2008

El homúnculo de oro

por. Facundo Ezequiel

Probo y sincero
me adentraba yo a la inmensidad de los otros,
caminaba cuidadoso y no
sin cierto temblor en las piernas,
temeroso como estaba
de encontrarme
más allá
un semejante
que derrumbara mis cautos años
de enaltecer un ego
un tanto débil
y pequeño.


Caminé entre inflados gusanos
que ocupaban habitaciones enteras,
planetas
incluso;
pasé junto a los luengos parásitos
de mejillas avivadas
por sangres ajenas
y evité que me notaran
ciertos tipos extraños
que en sus oscuras vestimentas de miedo
afirmaban tener ojos en la espalda
y decían ver cosas que no estaban.


Pero entre tanta malaria del espíritu
una criatura ignota
llamó mi atención.
Su cara era pálida y neutra su expresión,
sus ojos parecían cansados,
pero cierto brillo en su interior
hizo que me acercara,
y, ubicando mi rodilla en la tierra
y mis manos en sus hombros,
le rogué que me mirara.


Tres caballos perlados vinieron hacia mí
vestidos en telas que jamás pude
haber imaginado y de infinito valor;
creí que sus enormes patas calzadas en oro
y plata acabarían por matarme;
pero como si ellos, o yo, fuésemos fantasmas,
al dejar su estela ectoplasmática,
solo, el eco de sus cascos
en mi pecho retumbaba.
Yo, aún sin poder moverme,
y sin pestañar una vez siquiera,
capté la luz de la estrella única,
violeta era y como látigo su golpe.
En mi retina dibujó como memoria
que vuelve en sueños de repente
olvidadas caras y acciones sagradas
de bondades puras y desinteresadas
y ese recuerdo grato fue como un olvido
que supiera preparme para el futuro.
Sentí el calor de una lágrima
que acariciaba mi mejilla
y se adentraba en mi sonrisa.
Me incorporé y quise darle las gracias
al pálido homúnculo
pero al mismo tiempo él
se puso de pie
y su cuerpo dorado,
en un masculino movimiento,
abarcó todo y fue todo al mismo tiempo.
Me di cuenta que no era necesaria
una despedida
y continué mi camino
dejando
huellas doradas.

Reflejo, tercero

por. Facundo Ezequiel

Espejo de bordes cóncavos
que refleja mi lánguido dolor,
¿por qué no reflejás
la dicha que precede
y te mirás un poco vos?
Vos, dolor, cruz gratis de mí
pendiente, es así ya.
Antes creó el ron.
Otro morirá. Sí, caete del
corazón
, rezó el mocete.

lunes, julio 07, 2008

Del anotador de las frutas

(de Cómo matar a Balthazar)
por.
Facundo Ezequiel


... Y ahí estaba yo, haciendo rodar el freakshow, esa enorme bola condensada que era mi cabeza, girándola con cada uno de mis pasos como un hamster en su rueda. Si alguien me hubiese parado para preguntarme la hora yo le hubiese contestado algo como "Y los bólidos pasaban repletos de payasos y las bicicletas conducidas por esqueletos de jeringas en cuello... " y mi interlocutor huiría aterrado o se pondría a llorar y se postraría a mis pies porque mis palabras eran la conexión con lo divino, eran la única verdad y mientras caminase e hiciera rodar la bola yo era Dios.