martes, diciembre 26, 2006

Irish Scotch Funny Ha Ha

Si soñamos en sueños no podremos evitar imaginar en imaginerías y disponer de miles de niveles de nada. ¿Niveles de nada? Si la nada tiene niveles dejaría de ser nada y podría ser algo claramente divisible. Algo. Algo no es nada. Y sin embargo nada ya es algo; el concepto arruina la idea; el imaginárselo impide su existencia; la infinidad es imposible de comprender, pues si se comprende es que acaba, y si acaba no es infinito. (Parménides botón!)

Recordemos que no somos... (puntos suspensivos). (punto)
"To be or not to be... " (Hamlet)

Los sueños, reparadores, tienen la capacidad de afinar nuestro alma quizás de manera imperceptible, mínima, a nuestra percepción de corto alcance pero dicha afinación es la que nos permite con cordura realizar la transición de sol a sol, de luna a luna sin que nuestro reloj espiritual desatienda su labor.

Macanas... (puntos delegadores de responsabilidad). (punto)
"Life is what happens to you while you´re busy making other plans." (John Lennon)

Y después de todo lo único que me queda es una idea sin desarrollar que parte de una idea anterior, borrosa, escondida en una débil filigrana de alcohol.

Mon billet, mon billet, je ne trouve pas mon billet!

Quisiera ser Dylan Thomas o Baudelaire o Poe y beber mi locura hasta cagarme encima.

"I saw the best minds of my generation, destroyed by madness, starving hysterical naked, dragging themselves to the negro streets at dawn looking for an angry fix... " (Allen Ginsberg)

miércoles, diciembre 20, 2006

Las ganas y la pornografía

Sigo pensando en las ventas, así que el que piense que iba a poner chanchadas puede dejar de leer, porque las ganas a las que me refiero son ganas de escribir y me quedé con estas al acabar tan rápido con el escrito anterior. No me pude contener; lo siento. Sé que mi estilo tragimelancómico a muchos no les debe causar la más mínima gracia, pero qué le voy a hacer; soy un ser humano y no un chiste... o ¿no es lo mismo? ¡Caray! Cada paso que doy me tropiezo con la ambigüedad y caigo en cuenta de que (creo haberlo dicho millón y medio de veces) soy patético, pero, después de todo; ¿acaso no lo somos todos?
¡Vaya consuelo... !

Aceptar y avanzar

Elegí un título al más puro estilo Bucay, no porque fuese a escribir sobre el autoestima y tantas otras fantásticas alegorías a la estupidez del alma u otras burradas varias; elegí ese título porque vende, y vender significa aceptación y aceptación es algo que puse en el título, algo de lo que no pensaba hablar y sin embargo vemos cómo todo vuelve; eso es el karma, asunto de los indios y budistas del gran Buenos Aires entre horas de trabajo, meditando entre humo y sábanas coloridas, abandonados por su ego que ya ni los respeta, como el resto de la gente que se pasea a gran velocidad, abajo, en las populosas calles, desesperados porque saben que por más rápido que corran no lograrán llegar a ningun lado, por lo que se convierten al budismo y abandonados por su ego meditan...

jueves, diciembre 14, 2006

Despersonalización

Estoy en una etapa de profundo desagrado hacia mí mismo, estoy descendiendo un círculo en mi infierno personal, y este odio sin ira me provoca un rechazo, un distanciamiento de mi persona, causa del desagrado, que me conduce a una despersonalización que, para mi escritura, puede ser tanto así peligrosa como productiva. Digo peligrosa porque un texto sin personalidad es un texto sin estilo, y un texto sin estilo es un texto aburrido; claro que en estos tiempos incluso el no tener estilo puede ser en sí, gracias a la repetición, un estilo.
Todos dicen que lo importante es escribir, escribir, escribir sin importar qué, pero lo que no te dicen es cuán frustrante puede llegar a ser el no poder escribir cuando sabés a dónde llegar pero no tenés la experiencia para concretar el "viaje" deseado, es decir, cuando tenés que relegar una idea por deficiencias técnicas. Y luego las intuiciones que creías iban a perdurar al retomar esa carrera se enfrían y no alimentan más a tu intelecto. ¿Cuántas ideas geniales habrán quedado en la nada, congeladas? Ya desearía yo tener ideas geniales, pero muchas de las ideas medianamente buenas que tuve sí se han quedado flotando en algún cajón de mi habitación o en alguna estantería de mi mente.
Pero estoy one hundred percent seguro de que cuando esta etapa de desagrado haya sucedido yo resurgiré en las antípodas de mi mundo, un paso más cerca del paraíso terrenal, un tanto más habilidoso, un poco menos tonto (espero), porque esto es un déjà vu, esto ya lo viví y siempre termina así.

viernes, diciembre 08, 2006

Estética

¡Maldición! Me acabo de dar cuenta (bueno, no exactamente recién) de que soy un esteta. Hay algo de frivolidad en eso... un gran algo. ¿Debería empezar a preocuparme?
Chingados estos dilemas filosóficos...

viernes, diciembre 01, 2006

El enano

«Preferiría descansar unos minutos antes de seguir», pensó el enano que no podía seguirles el paso a los otros dos, de grandes trancos. Pero el pensamiento se quedó en su garganta atascado, pues el cansancio incluso le dificultaba el tragar saliva, cosa que requería para poder expresarse en habla en aquel momento. Los "tranqueros" tardaron unos largos quinientos metros antes de notar el colapso del enano que ahora estaba tirado en el camino de tierra con la lengua hacia fuera como un perro sediento.
—Pero... —dijo el "tranquero" de pelos rizados, reprochando la falta de atletismo del enano mientras se agachaba para comprobar si respiraba. Al ver que sí lo hacía chasqueó con la lengua, decepcionado en parte. Y agregó: —Hubiese sido una buena historia...
—Que hubiese causado conmoción entre los muchachos no te lo niego; pero miralo... ¿no te da un poco de lástima? ¿Ternura quizás? —dijo el segundo "tranquero".
—¿Qué decís, que nos quedemos a esperar que se recupere? —inquirió el primero, mientras con el pie sacudía al enano.
—Mmm, no; tardaríamos demasiado.
—¿Y lo vamos a dejar acá tirado? ¿Cómo va a volver si no sabe adónde vamos?
—Bueno, tanto tiempo viviendo tan cerca del suelo le debería de servir, aunque sea, para aprender a reconocer huellas. Y el camino es de tierra, así que...
—Ajá —expresó no muy convencido—... tá bien, sí, lo dejamos: será chiquito pero es grande; se las puede arreglar solo.
—Si llega, llega, y si no, no.

Vueltas y vueltas. Circunvolaban las aves, en busca de sus nidos unas, en busca de nidos ajenos otras. Despertó no muy convencido de haber despertado. «Qué bella vista.» El enano yacía boca arriba, mirando un cielo de antaño, un cielo que no había visto desde su infancia hasta aquel día en el que se le ocurría que, felizmente, podría ser su último sin arrepentirse por no haber llegado a los cuarenta, no haber jamás escrito un libro, plantado un árbol o tenido un hijo. El viento cálido, plácidamente lo cubría como una manta, vertía felicidad por los poros de su piel hacia dentro, muy dentro de sí, hasta llegar a su alma, la cual sentía expandirse más allá de su cuerpo, separándose de él, convirtiéndose en otro ser. Entonces vio a quien sólo en sueños lo visitaba. Un sentimiento de antigua añoranza le invadió el pecho y sintió que crecía, que en vano había sufrido por su estatura en el pasado, pues era un gigante, una persona grande. Se puso de pie y se acercó al ser de ensueños, a la sombra de su alma. Era incapaz de discernir los límites de este ser, como si fuera infinito, como si a su vez formara parte de todo lo que lo rodeaba: los árboles altísimos, los pájaros circunvolantes, la tierra con sus millones de insectos y lagartijas; todos eran simples miembros de esta sombra eterna; los movimientos de todos ellos eran los movimientos de la sombra, y la sombra era él. Sin embargo podía, de alguna extraña manera, verla ahí delante, y de pronto ya no era él, sino una hermosa dama, una mujer de una belleza tan elevada que no provocaba deseo, sino que, como una diosa delante suyo, de hierático semblante, exento de impurezas, de desgracias y pesares, le transmitía su gracia divina, su felicidad celestial, infinita, en un acto que sólo podría ser descrito como de amor. El enano se sintió padre y madre en alma, y en amorosa junta consigo se unió. El enano renacía.
Pestañeó. Todo era diferente, todo estaba a su altura. Se sentía un nuevo ser, cada experiencia, sentía ahora, sería una nueva experiencia. Miró al cielo ahora estrellado, como si se hubiese partido en millones de pedazos ante el impacto que produjera el nacimiento de este nuevo ser perfecto. Caminó, entonces, asombrándose ante cada piedra, cada ramita seca en el camino, cada hormiga que trabajosamente cargaba con hojas del doble de su tamaño, y amaba a cada piedra, rama u hormiga. Casi daba brincos de felicidad. Sentía el profundo deseo de reír a carcajadas, de dar vueltas carnero, de gritar, de correr. Y corrió. Corrió hasta ver un destello de luz delante. Un destello y un murmullo persistente. Corrió hasta ver las carpas. La feria estaba muy animada esa noche, mucha gente, muchos niños con sus globos de colores y sus enormes sonrisas.
—¡Ey! ¡Enano! ¿Qué pasó? ¿Dónde estabas? —lo interceptó una voz en el camino de tierra— ¡Dale vení, que tenés que cambiarte que ya casi es hora!
El enano accedió sin decir una palabra, conducido por aquel hombre de bigotes puntiagudos y de elevada galera al trailer donde se maquillaría un pálido, triste rostro, y la plateada y eterna lágrima; donde se calzaría sus pequeños pantalones abombados, su estrafalario sombrero y sus zapatos chillones. El enano era feliz y lo demostraría, sacando a relucir su asombroso talento histriónico, haciendo reír a cientos de niños.

Facundo Ezequiel. Noviembre 2006