jueves, octubre 18, 2007

Sílfides que me rodean...

por. Facundo Ezequiel

Recostado sobre unos almohadones que pretendían estar arrojados descuidadamente en el suelo de su living (y que en verdad fui acomodando de a breves golpecitos en el transcurso de media hora) pensaba en lo lindo que sería dominar el arte interpretativo del piano. Ella, Mariana, tocaba algo desprolijamente una sonata de Beethoven, la cual yo amaba en mejores circunstancias. Era fácil quererla a Mariana con tantas cosas que hacía, o que pretendía hacer, eran tantas y se las arreglaba tan bien para aparentar ser diestra en cada una de ellas que un ojo descuidado podría creerla una persona de genio. Su verdadero talento era el de su apariencia; con esto no digo que fuese especialmente bella, pero en sus días de mayor lucidez podía aparentar serlo, y muy bien; de la misma manera podía aparentar cualquier otra cosa que se propusiera: ese era su talento.
Llegaba a un pasaje en particular que hubiese preferido no escuchar porque lo mutiló con tanta presteza que casi me saltan las lágrimas.
—Sos tan hermosa —le dije yo, desorientado tal vez, o arrojado por la fugaz ternura que me inundó al ver que sonreía al tocar el pasaje que tanto me emocionaba cuando era bien interpretado. Ella se puso colorada y comenzó a reírse; no pudo continuar bendiciendo la sordera de Beethoven. Se levantó de su humilde banquito y se acercó hasta donde estaba yo; se inclinó sobre mí y forzó un caluroso beso de mis labios. Ya pretendía ser la buena amante. Ella era la buena actriz y yo el mejor escenario.

Agradecí el haberme tomado tanto tiempo en el acomodar los almohadones. Me vestí rápido y tranquilo, como buen hombre, habiendo desempeñado ya mi tarea. Reconfortado y perfumado con aires femeninos hice mi acto final de prestidigitador y convertí un adiós en una esperanza de amor. La dejé sonriendo y entrando en dulces sueños. Ella. Yo, en cambio, me fui silbando y palpándome los bolsillos, chequeando que nada me hubiese quedado atrás. En el bolsillo del saco encontré un papelito; las mujeres no saben que esas cosas no se hacen. Pese a que fue divertido leer ciertas chanchadas soy un hombre responsable: me vi obligado a tirarlo.
Era algo tarde como para volver a casa (sólo un poco), así que decidí quedarme dando un par de vueltas, buscando un lugar donde tomar algo y esperar el sol. Era un lindo barrio, pero en los lindos barrios uno no se divierte; por suerte en una ciudad tan ecléctica como Buenos Aires no hay un solo kilómetro que se case con la lindura. Hice cinco cuadras y lo lindo cambió a regular, siete cuadras más y ya podía hablar de diversión, o si no de diversión, al menos sí de alcohol y de luces de neón, dos cosas que me harían llenar libros enteros de poesía de la más sana urbanidad, si se me permite yuxtaponer palabras tan distantes entre sí.
Me metí en un local que prometía, desde sus carteles luminosos, las mejores mujeres del mundo o alguna barbaridad por el estilo, y si entré no fue por ingenuo sino para reírme de la ingenuidad ajena; yo esperaba viejas de tetas caídas o morochas carnosas ya desmejoradas por la vida nocturna. Mucho no me equivoqué con mis esperanzas. Me senté en una mesa que me permitía ver el local entero; siempre me gustó observar a las personas, analizar su desenvolvimiento en las diferentes situaciones, en los diversos ambientes. Cuando una moza culona se me acercó le pedí un amable alexander, pero, para que no condenaran mi presencia de inmigrante, compensé mi delicada orden con una descarada palmada en el enorme culo de la moza cuando se iba a buscar mi trago. Se rió; no sé si para complacerme o por gusto propio; me miró con una rápida mirada de gata y siguió su camino.

En los detalles muere la literatura. No voy a comentar particularmente los acontecimientos de aquella unión, porque hubo unión, carnal, entre el culo y yo, yo y el culo; y aunque crean que al decir eso ya digo demasiado... tal vez tengan razón; la imaginación hace demasiado y yo disfruto mucho del callado recuerdo. Lo único que voy a decir es que no tuve que poner un solo peso al terminar; tal fue mi desempeño y mi humildad, que me impidió insistir en pagar. De todas formas se me había ido toda mi plata en una curda que fue la que me permitió coger lo que no quiero recordar como el culo más grande y feo que haya cogido. Estaba muy borracho. Pero mi compostura de caballero no la pierdo jamás y a pesar de la resaca y el disgusto de tener que caminar luego de semejante cogida (recuerden también que ya había tenido lo mío un poco antes, entre almohadones), hice el camino de regreso a mi casa sin decir "a".

¡Qué bicho me habrá pegado! Llegué rascándome las pelotas casi hasta sangrar; corrí al baño y de la caja de primeros auxilios saqué una botella de alcohol que vacié entera sobre mi pobre afectado miembro. Me ardió de la puta madre, tanto, que se me deben de haber metido los huevos hacia dentro. Seguramente eran ladillas, pero estaba muy cansado como para ver a los muy sinvergüenzas, así que, con cuidado (con todo el cuidado que puede tener alguien de bolas fruncidas por un ardor descomunal), me metí en la cama, esperando que mi mujer no se despertara.
—¿Trabajando hasta tarde? —Se había despertado.
—Sí; parezco no tener un segundo de paz —decía yo, bastante en serio.
—¿Sabés qué es lo que te hace falta? —Se venía.
—¿Lo que me hace falta? —Yo ya sabía qué.
—Mjm —Ya casi estaba ahí.
—No sé; ¿qué es lo que me hace falta? —Y ahí es precisamente donde se define el trabajo de un artista. ¿Quién, con las bolas fruncidas, agotadas luego de coger hasta el hartazgo, llevaría hasta tal extremo el deber marital? Pero para qué detallar, si todo arte se hace en la imaginación.
Mah, sí... cogimos de lo loco.

2 comentarios:

vikinga tropical dijo...

"Mah, sí... cogimos de lo loco."
tiene oraciones muy simpáticas señor escribidor. También me gustó : del cigarrillo a la heroína hay una mujer mujer muerta y otras que no voy a comenzar a citar porque se fatigan los dedos, vió?
yo tengo a todos los muñequitos de las tortus, si pasa por mi otro blog ( de collages) en breve subiré uno que voy a armar con ellos. Disculpe si no hago otro comentario de índole " narrativo" pero hoy, viernes 19 de octubre estoy escueta. Muchas gracias por ponerse en cuatro! continuará...

Anónimo dijo...

Ve? Este es mucho mejor. Quiero decir, independientemente de los gustos, están mejor elegidas las palabras, mejor armadas las frases y mejor construido el personaje. Tanto, que me dolió el personaje (aunque no por sus dolores, sino por su realidad, como espero se comprenda).

(no hay nada como tener al día siguiente un parcial para el cual aún no se estudió para ponerlo a uno a hacer comentarios literarios en los blogs)

Bien... eso es todo lo que quiero decir. Un saludo amable para usted,
Lila.

PD: ahora también usté conoce a los que me conocen y ya no está tan entre desconocidos, eh?