lunes, abril 27, 2009

Llantos

por. Facundo Ezequiel

Estábamos besándonos, no es que desatendiera la situación, pero, del otro lado estaba esta otra chica que no paraba de mirarme. Y yo la miraba también. No era fea; era rubia, carita de ángel, no más de 20 años, tenía las piernas cruzadas y entre sus manos un libro que me era muy familiar

“estás prestando atención o estás mirando a la chica” me recriminó con tono de pregunta.

“estoy prestando atención, y mirando a la chica”

“por qué no te vas con ella si tanto te gusta?”

“te tengo más cerca”

no sé qué porquería gritó y con un gesto exagerado me dio la espalda y se fue.

La rubia se quedó sonriendo y yo, mirándola con mi indiferencia de macho alfa, me prendí un cigarrillo.

“va a volver” dije “a las 12 y cuarto, cuando salga de su clase de danza, va a llamarme desde un teléfono público, llorando, pidiéndome perdón”

la rubia seguía sonriendo y entonces empecé a sospechar que era medio estúpida.

“querés venir a mi departamento hasta que llame” pregunté

“en serio?”

“siempre hablo en serio”

me paré, ella descruzó las piernas y desplegó el más hermoso par de jamones que jamás hube visto. Era alta como el mismo cielo. Le pasé la mano por la cintura y me puse a calcular el repertorio. Nunca había estado con una mina más alta que yo.

“sí que tenés piernas. Me vendrías bien para sacar las telarañas del taparrollos”

la rubia se rió y las mejillas se le pusieron de un hermoso color rosado. Estaba seguro que era virgen

di vuelta la llave y la hice pasar. Miraba todo con ojos de cachorro. Sobre la mesa tenía la máquina de escribir y un poema que llevaba tres días sin terminar. Se acercó a leer la hoja y de nuevo empezó a reír

“ponete cómoda. Una cerveza?”

“uh, gracias”

fui a la heladera a buscar las botellas y las destapé

cuando volví la rubia estaba completamente desnuda y mojada hasta las rodillas, que, debo decirlo, era un largo trecho

“epa” dije, sorprendido

“cogeme” me dijo

tomé un trago

“bue...”

era, como lo había sospechado, virgen, pero como yo no tenía la obligación de saberlo, la metí hasta el fondo y la rubia soltó un aullido que me perforó el tímpano. Al minuto la rubia empezó a reírse como una loca, yo aproveché para mover más rápido los pistones y darle más fuerte. La saqué a último momento y le acabé encima. Debo haber soltado dos litros de esperma que, como orgullosos campeones de salto en largo, blanquearon su expresión

“wow... de dónde sacaste tanta waska?” me preguntó mientras jugueteaba con el pegote en su mentón

“no uses esa palabra. Limpiate en el baño” le señalé la única puerta que no llevaba a afuera

la rubia, mientras reía se fue sumisa al baño. El teléfono sonó y desde la cama, tomando un trago de cerveza tibia, le pedí a la rubia que contestase

la rubia atendió el teléfono y empezó a reírse a carcajadas, una risa macabra, idiota

“necesito que te vayas” le dije, frío

“tenías razón” dijo “llamó llorando como histérica, que quería hablar con vos y no sé qué mierda”

“siempre tengo razón. Ahí está tu ropa”

“me encantó que fueras el primero...” empezó mientras se ponía la bombacha

“sí, sí, a mí también”

la rubia se terminó de vestir y se fue a arreglar el pelo al espejo del baño

“quería que fuese especial” decía alzando la voz desde la otra habitación “pero nunca pensé que iba a ser con vos...”

“me alegro. Mirá, ahora van a venir unas personas y no puedo tenerte acá dando vueltas, viste”

la rubia apareció otra vez, solo la sonrisa estúpida delataba su condición post-venérea

“bueno, me voy, si me dedicás el libro”

era lo menos que podía hacer. Firmé, lo dediqué a Wanda y se lo devolví

“no me llamo Wanda” dijo al ver lo que había escrito

“y yo no soy el puto Borges. ahora te agradecería si te vas yendo... gracias”

empujé a la rubia afuera y me tiré en la cama para terminar la cerveza. El teléfono sonó otra vez. Dejé que sonara. Un perro empezó a rasguñar la puerta. Los llantos no me iban a dejar dormir jamás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esto ya ni sé cuántas veces lo leí. Paso por acá casi de casualidad, pero me doy cuenta de que no te dije nunca cuánto leo este relato y lo creí necesario o al menos una buena posibilidad.

Es un buen relato. Me gusta releerlo.