por. Facundo Ezequiel
Realmente no entiendo
el juego del gallo
Cacareando
sacando pecho
pisando pusilánimes.
Pero no tendría problema
en jugar,
ser el mejor,
un hombre de talentos;
no dudaría un segundo
en aplastar cabezas,
si eso me acercara
quince centímetros más
a tu dulce alma
de mujer.
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