por. Facundo Ezequiel
El lóbulo cansado
se posa sobre el algodón,
donde los campos son blancos
y el azul no chorrea.
Es inagotable la tristeza
pero aprendemos a olvidarla,
el resto que nos excita
lo bebemos con mesura.
Lento gotear
del corazón, la tierra
subvierte el tacto
y la lengua, como un loco agotado,
ya casi no jadea.
El amor, al final,
es un animal autófago.
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