por. Facundo Ezequiel
¡Qué tonto corazón!
Baila cuando lo alimentan
y llora el resto del día.
Lo aturden los más mínimos bocados
y se lamenta recordándolos
tal obeso famélico.
Sueña con revertir su situación
y se ve feliz otra vez
como únicamente lo fue
aquella primera vez.
¡Qué tristeza,
qué vergüenza,
si ese tonto corazón
fuese el mío!
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