por. Facundo Ezequiel
No hay descanso,
y los llantos de niño
vuelven tras muchos años.
Tos desesperada,
cargada de dolor acéfalo.
No seré el eterno sufriente.
Hoy no moriré,
porque el deseo de hoy
es el lamento de mañana.
Si nací para sufrir,
moriré por ser feliz.
Deshilvanaré mis desilusiones
hasta el último día
del útero
y quedaré desnudo
ante el miedo,
frente al mundo.
Este soy yo,
el siempre cambiante,
el loco, el mudo,
el tonto que llora
cuando está solo
y que por ser solo
se cree dueño del mundo.
1 comentario:
Señor, me gusta cada vez más lo que usted escribe.
Ojalá en el silencio que nos separa esté usted engendrando mucha felicidad.
Lila.
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