por. Facundo Ezequiel
Yo me creía
un poeta
cuando
estaba enamorado
y citaba a
Rubén Darío
y leía la
balada desesperada
sumido en
el vino de Baudelaire
Me creía
que era el único
que podía
morir de amor
y que
bailaba con la muerte
y que
disfrutaba con su peste
masticando
un cigarrillo
Desde
entonces nada es claro
ya no estoy
enamorado
ya no
existen los poetas
ni las
palabras valen tanto
ni la
muerte tiene impacto
De vez en
cuando escribo algo
para
burlarme del pasado
y del
presente de esa mujer
que una vez
hube amado
y ahora no
es más que una cueva oscura
piedra fría
y húmeda
con solo
una gran
entrada
y
sin
salida